3. Xi´an




Día 5 de junio: Xi´an y sus Guerreros de Terracota

De nuevo, hicimos noche en el tren que nos trajo desde Pingyao. Llegamos temprano, era sábado, sobre las 8:00 y en la salida de la estación había una chica esperándonos con mi nombre en un papel (mal escrito, pues hay que ver, como se les atragantaba mi nombre a los chinos, un nombre que nos parece tan sencillo a los españoles, como lo es Pedro, y ellos ponían unas caras rarísimas al leerlo y no les digo cuando lo intentaban pronunciar, que siempre acababan riéndose). Se debió a que el señor del Hostal de Pingyao, no solo nos hizo reserva, además, nos había resuelto el traslado de la estación al alojamiento en Xi´an. El Albergue estaba de lujo, se trataba de una caserona antigua repleta de patios interiores de estilo chino. Precioso lugar, donde además, se podía comer muy bien y tenía varias opciones de ocio, como una terraza con TV, mesa de píng-pong...y tirado de precio, además.
Como llegamos tan temprano, nos dio tiempo de engancharnos a una excursión que ofrecía el propio hostal para ir a ver a los renombrados Guerreros de Terracota. A pesar que es una atracción que en principio uno se piensa que es el típico museo, cuando llegas, la historia que tienen detrás y los propios guerreros impresionan. La excursión la compartimos con una pareja de raza asiática, pero nacidos en Sudáfrica, un norteamericano de L.A., un vasco y una parejita de Chilenos con los que hicimos inmediatamente muy buenas migas.

Alberto y Pía, un matrimonio joven que se encontraban haciendo un poco de turismo aprovechando la visita de ella, para verlo a él, que llevaba casi un año estudiando Tai Chí, en la universidad de Beijíng. 

Volviendo al tema de los Guerreros de Terracota, decir que son una visita obligada para el viajero que esté en China.

 La guía, Sandy, nos llevó por toda la instalación y nos explicó (en un perfecto inglés) qué era cada cosa, cada guerrero y su escalafón, soldado, capitán o general.
 Fue una visita muy interesante y muy amena.

La anécdota del día, es que yo, patoso como de costumbre, me torcí el tobillo nada más entrar. De modo que me estuve poniendo en forma, yendo a correr a diario, para estar en condición de hacer lo que me diera en gana en China y aguantar, para ahora, el resto del viaje, estar con molestias en el pié y tener que estar con cuidado cada vez que hiciera algo.

Las cosas de ser medio gafe, pero bueno, como siempre, fuerzas de flaqueza y como no lo dejé descansar, pues tampoco es que me impidiese hacer nada, aunque con un poco de fastidio.


Por la tarde, salimos a pasear a ver la cuidad de Xi´an, que desde luego no era tan brutalmente grande como Pekín, pero ya nos pareció algo mejor en cuanto a habitabilidad. Es una ciudad que está en pleno crecimiento, pero crecimiento a lo monstruoso.

Por todas partes, estaban construyendo "super-edificios" de los de ellos. La gente, aunque como en casi todos lados, al mirarnos, no vieran más que "euros con patas", también nos pareció un poquito mejor que en "la capital del norte".

Llegamos al centro, en motocarro, el tío empezó pidiendo a lo bestia, pasamos de él y me fui a la parada de la guagua, nos siguió y pidió un poco menos, como yo no aflojamos, me dice que nos vayamos a coger la guagua, como pasamos de otra vez de él, justo cuando íbamos a subir a la guagua, el tío, sonriente me dice OOKK!! al precio que yo le puse, una vez en marcha, me felicita por lo bien que le regateé...¡cosas de chinos!  

Estuvimos en el centro, viendo las torres de La Campana y la Del Tambor. Después, nos fuimos en la guagua pública, (unos 0.10€ c.u.) estrujándonos con todos los chinos a La Pagoda del Ganso Silvestre.
Nos encantó el sito, el mismo ambiente que el vivido en el Templo del Cielo de Pekín, pues la Pagoda, está rodeada de un gran parque con fuentes, donde los chinos hacen sus actividades al aire libre, como los su bailecitos o el Tai Chí, los mayores, sentaditos, juegan al ajedrez chino, los más jóvenes a una especie de badmintón con los pies.

Tuvimos la gran suerte de que llegamos justo a la hora en la que hacen un espectáculo de luces y agua, que casi no pudimos ver, por la aglomeración de tanta gente, y que de cuando en cuando, algunos chicos, nos pedían sacarse fotos con nosotros.
Nos retornamos en taxi, a la zona de las torres, que ya estaban iluminadas y tenían un aspecto esplendoroso, rodeadas de niños con las típicas cometas.Y justo destrás de la torre del Tambor, estaba lo que andábamos buscando a esa hora, el mercadillo nocturno de el Barrio Musulmán.
Muy pintoresco y divertido. Claro, al ser sábado , estaba lleno de gente deambulando por allí.
Hambrientos, le echamos valor y comimos algunas de las "delicatessen".
Empezamos por unos huevitos, creo que de codorniz, pinchados en un palito a modo de pincho moruno (3 Yuanes), picantitos, pero sabrositos. Seguimos con unos Kebaps de cordero (6 Yuanes) y unas tortillas (3 Yuanes) que te hacían sobre la marcha, que estaban deliciosas.

Día completísimo y aprovechado al máximo, o sea que a descansar, porque mañana teníamos un plan nuevo, que no estaba incluido en la lista de las cosas que íbamos a hacer en el viaje, porque pensábamos que no nos daría tiempo, pero que nos hacia mucha ilusión.

Resumen de lo que hicimos ese día:

 
Día 6 de junio: Huan Shan, la montaña sagrada Taoísta.


Compartimos día y excursión con Berto y Pía, hacia una de las cinco montañas sagradas Taoístas que hay en China, Hua Shan. Teníamos pensado ir a la de HuangShan si nos daba tiempo, cerca de Nanjing, pero vimos la posibilidad de ir a esta, y no nos lo pensamos, ya que no perdíamos días con lo que teníamos por visitar, al haber aprovechado tanto el día de ayer.

Para llegar allí, nos "chupamos" unas largas colas por una carretera en pésimo estado. El conductor de la guagua, estaba loco (no más que el resto de los conductores chinos), iba adelantando por curvas sin visivilidad, y en las rectas con coches y camiones que venían de frente. Él tocaba la pita y los otros se arrimaban al arcén.
Pero ningún conductor se molestaba, para ellos eso es normal. Lo gracioso del trayecto, pero que nos hizo meternos en un atasco monumental, fue una obra que tenía cerrado un carril, pero claro, como los chinos si ven atasco, se pasan directamente al carril de la izquierda e intentan adelantar, pasó, que cuando llegaron a la altura de la obra, se encontraban con los vehículos que circulaban en dirección opuesta, y estos no podían continuar, porque su carril lleno de coches parados en sentido contrario al suyo. Llegó la policía y ni ellos podían pasar, así que un poli se bajó y empezó a gritar y a gesticular a lo chino y poco a poco fue deshaciendo el embrollo...una hora tardamos en poder continuar...

El monte, precioso, pero como todo aquí muy turístico. Esa fue la pequeña decepción del viaje, aquí ya ni siquiera los montes están "vírgenes". Aunque subas dos mil escalones, hay "chiringuitos" y "puestuchos" con chinos intentando venderte agua, refrescos, todo tipo de "chatarrita"...pero quitando eso, los paisajes siguen estando ahí.

Como de costumbre también, un palizón de escaleras. Este monte, es famoso, porque todos los años hay muchos turistas que se despeñan. Hay un correito que circula por ahí, en el que se ve el porqué. Hay varios tramos para gente arriesgada que va buscando el peligro, con asensos totalmente verticales, con, como única ayuda, cadenas y cuerdas.

Estaban señalados, con un chino sentado en una mesita, anotando los nombres de los que se adentraban por esos senderos, para al final del día, comprobar si habían vuelto o no. Ni de coña nos metimos por esos caminos. Aún así, pillamos un par de tramos que para subirlos y después bajarlos, nos costó un triunfo.

Marijose y Pía sufrieron un poco para ascender, lo que no les decíamos, es que tanto Berto como yo, estábamos "fundidos" también.

Los paisajes, eran de cine, pero al final de cada tramo, "ventorrillos" de chinos. Y en lo alto de la cima, están terminado un hotelito para los que quieran dormir en las nubes.
Al bajar de la montaña, comimos unos fideos en el pueblito de mala muerte, que hace las veces de estación de donde parten todos los buses turísticos hacia el telecable que te sube a la montaña.

Llegamos derrotados, tanto por la "cuerada" de la subida, como por el intenso calor húmedo. Nos dimos una ducha y cenamos en el albergue con nuestra pareja de amigos, con quienes charlamos entretenidamente e intercambiamos visiones acerca de China. Coincidimos muchísimo en nuestros puntos de vista y eso que somos gente que vivimos a una distancia tan grande entre nosotros mismos, como la que nos separa del sitio donde nos conocimos. De esa conversación, salió un desvío en nuestra ruta. Alberto nos recomendó Chengdú, al confesarle yo, que soy un gran aficionado a los animales. Él nos explicó, que aparte de los Osos Panda, que no deberíamos perdernos, la ciudad era muy bonita y verde, con mucho bambú y parques muy bonitos. Eso, aparte que nos hacía ilusión ver el Daifo de Lhe Shan, y que teníamos en principio descartado porque nos alejaba mucho de nuestra ruta, hizo que volviésemos locas a las chicas de la recepción, hasta que nos consiguieron unos billetes de avión. ¡Encima tuvimos la suerte de conseguirlos con descuento!

En la próxima página, Chengdú. Con sus parques y sus Pandas. Además, nuestra visita al Gran Buda en Lhe Shan.