8. El Sur de China

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Esta es la parte más larga y densa de nuestra aventura. Nos llevó una semana, pues el número de actividades de campo que se pueden hacer en el Sur de China, es muy alto. Esta página, es la más larga de todo el blog, o sea que tomadla con tranquilidad, porque es una de las partes de nuestro viaje, más variada y divertida.

16 de junio: Rumbo a Guilin.

Esa mañana la aprovechamos bien para descansar. Dormimos la "mañanita" y nos levantamos tarde. Hicimos las mochilas y nos relajamos viendo Tv, hasta la hora del "check out". Después, ni taxis ni nada de nada, allí ya nos movíamos como en casa, salimos caminando hasta la primera estación de metro. Después de algún transbordo, llegamos al fantástico aeropuerto de Shanghai. Tanto para desplazarte por él, como para el trámite de la facturación, sencillísimo.
Fue el tercer vuelo interno que hicimos en China, y como los anteriores, una maravilla. Puntual, moderno, un servicio impecable.
Unos pocos de nervios en el vuelo, pues no llevábamos nada reservado y era la parte que menos habíamos mirado en nuestras guías, o sea que nos lo pasamos "empoyando".
Para nada los nervios, después de recoger las mochilas, justo al salir del aeropuerto, había una oficina de turismo. Nos acercamos a hablar con la chinita, que ya nos había divisado y nos llamaba haciendo aspavientos y con unos enérgicos HALLO!!! HALLO!!!...Nos reservó un hotelillo cerca del centro de Guilin y nos explicó donde coger el bus. También nos explicó su programa turístico, pero preferimos dejarlo a nuestro aire. Según salimos a la carretera (por así llamarla), vimos que el clima estaba fatal, llovía a cántaros y hacía mucho viento. Ya habíamos oído que en el sur habían inundaciones y varios muertos, pero no caímos en que nos podía tocar tan de cerca.
Por el camino, ya pudimos ver a lo largo del trayecto, el famoso paisaje "Kárstico" de la región. Los diseminados montículos verdes que parecían avanzar hacia atrás, nos iluminó la cara con el pensamiento de "¡Ñós, que estamos aquí!" y confiamos en que nuevamente, el clima seguiría de nuestro lado como en todo lo recorrido hasta ahora.
Bueno, al llegar al hotel, se nos cayó un poco el mundo encima. ¡Tres estrellas dicen que tiene! se les habrán caído...No es que estuviese mal del todo, pero es que la habitación que nos dieron tenía un "tufo" a cigarro que no veas. Bajamos de inmediato a que nos la cambiaran, pero con las chicas de recepción era imposible comunicarse. Dejé a Mari intentándolo mientras me fui a la agencia de viajes que tenía el hotel en busca de alguien que hablase inglés para que nos hiciera de intérprete, pero nada más entrar, la tía que allí trabajaba me espeta a grito pelado: NO INGLISH! Del mosqueo que me pillé, le contesté con el mismo volumen: THIS IS A INTERNATIONAL AGENCY OF TRAVEL, AND YOU TELL ME THAT YOU DO NOT SPEAK ENGLISH? La tía ni corta ni perezosa, marca un número en el teléfono y me extiende el brazo con el auricular para que yo hable, con desdén, al ponérmelo en la oreja, escucho una voz femenina intentando "chapurriar" algo, pero cuando yo le hablaba no entendía ni "J"...Entonces irrumpió Mari desternillada de risa con la chica de recepción, que portaba en la mano un montón de llaves. Con ayuda de su libreta le había hecho entender lo que queríamos. De modo que le lanzé el teléfono con la misma educación a la de la agencia con la que ella me estaba tratando. Después de mirar unas cuantas, encontramos una habitación que apestaba, pero no tanto como las anteriores. Nos refrescamos un poco, y del cabreo que tenía, hice a Mari sacar los chubasqueros, pues nos volvíamos a la calle, a inspeccionarla e intentar localizar los hostales de la guía y si estaban mejor, nos mudábamos.
Nada más salir, se nos abalanzó encima un taxista. Le señalamos en el mapa de la ciudad dónde queríamos ir, y él nos sacó tres billetes de 10 para que supiésemos el precio. Le dijimos que pagaríamos lo que marcara el taxímetro a lo que nos dijo que no. Allí se quedó. Intentó regatear, pero ni lo miramos más. Caminamos bajo la lluvia un rato por esa ciudad de color gris, de edificios altos y sucios, con gente que nos miraba mal, y un denso tráfico de coches envejecidos, hasta que conseguimos parar un taxi. Fue la anécdota graciosa del día. Le enseñé el mapa de la guía señalándole la cuadra de calles del centro de la ciudad, pero el pobre hombre apretaba los ojos intentando ver, así que le pasé la lupa que cargaba para eso concretamente. Al hombre casi le da un ataque de risa al tiempo que exclamaba AHHH!!! WUOHHH!!! al poder leer el mapa con mi lupa. Así que asintió y nos llevó. El taxímetro marcó 7 Yuanes...Ya habíamos leído acerca de la gente de Guilin, y nada bueno. Muchos turistas se quejaban de que los timaban y de algún pequeño robo (sin violencia, eso sí), y empezábamos a confirmar nuestras sospechas de que la gente del lugar, estaba acostumbrada a sacar todo lo que pudiesen de ellos, pensando que son bobos. Empezamos a desconfiar de todo el que nos mirara más de la cuenta, que era normal, porque no nos habíamos tropezado con occidental alguno desde que llegamos.
Al llegar a las cuatro calles principales, descubrimos un entorno preparadísimo para el turismo. Numerosos pubs, discotecas y restaurantes con terrazas repletos de grandes pantallas transmitiendo los partidos de fútbol del mundial de Sudáfrica a toda pastilla. Nos asaltaron los "moscones" por todos lados, en busca de vendernos excursiones, alojamientos, baratijas, copias, etc. Después de deambular un rato espantándolos, encontramos un Hostal de los recomendados. Entramos y vimos un espacio acogedor, lleno de jóvenes de los de esos, entre pijos-hippies-transcendentales-pero en el fondo niños de papá, leyendo unos, con sus portátil "enchufados" al Internet otros. Nos gustó mil veces más que el hotel. Así que hablamos con las chicas de recepción y reservamos una habitación para el día siguiente seguro, pero que no sabíamos para cuantos más, pues ellas nos explicaron que el tiempo no aconsejaba salir de excursión en un par de días. No hubo problema, o sea que salimos a comer algo en los restaurantes "para extranjeros" y nos regresamos a nuestro "hotelazo" a pasar la noche como pudiésemos.

17 de junio: Guilin.

La noche fue de las llamadas "de perros". Diluvió. Rayos y truenos nos despertaron asustando a Mari y ella a mi, unas cuantas veces. Amaneció del mismo modo. Y como a mí, no se me había pasado el enojo con el alojamiento, salimos a por un super que divisamos la noche anterior a comprar unas "chuches" para desayunar, y regresamos a preparar la mochila para salir huyendo de aquel "cochambroso" sitio. 
Dicho y hecho, desde que la lluvia aflojó un poco, salimos cargados con nuestras mochilas y nuestros chubasqueros puestos rumbo al hostal. Volvimos a sentir el rechazo recíproco hacia esa "fangosa" cuidad, llena de charcos, suciedad, polución...y hacia sus habitantes, que por el día tampoco disimulaban en mirarnos mejor.
Una vez alojados, nos refrescamos en nuestra nueva y acogedora habitación, y salimos en busca de cosas que hacer en Guillin. Las chicas de recepción, nos aconsejaron no hacer nada ya que el tiempo estaba fatal y había previsión de continuar unos días así. Hicimos cálculos de los días que queríamos pasar en en sur de China y los que queríamos pasar en Hong Kong y les preguntamos por los tickets de tren. Por una vez, la guía, definió a la perfección, al personal de ese albergue, simpáticos, pero poco o nada serviciales. Nos remitieron directamente a la estación de trenes, o sea que sin rumbo concreto, para allí nos dirigimos.
Nada más salir del albergue, nos percatamos del estado del río Lí. Bajaba a toda velocidad, arrastrando un montón de cosas como arboles, balsas de bambú destrozadas, basuras...y el nivel estaba a solo unos palmos de la carretera por dónde andábamos.
Calle abajo, se encontraba uno de los emblemas de la cuidad, La colina con forma de Trompa de Elefante.
Otra prueba más de lo golfos que se han vuelto los chinos de esa ciudad con los turistas chinos y los occidentales. Resulta que la Trompa, se ve desde la carretera, pero han plantado un montón de bambú en las orillas de la carretera con el río, para que no se vea. Por las partes que el bambú no está tan denso y se puede ver, han puesto unas cintas, como las de la policía cuando acordonan algo, para que no puedas pasar. Si un chino, se la saltaba para fisgonear, enseguida salía un guarda chillándoles para que se fueran. El objetivo, es que pagaras una entrada a un balconcito que habían construido al efecto, y entraras unos 5 minutos y pudieses verla, fotografiarla y comprarles sus souvenirs. La entrada, en solo un año había subido de los 15Yuanes a los 40 por persona.
Aunque para nosotros eran solo 10€, no pasamos por su aro. Nos indignó su actitud. Es como si aquí, en Tenerife, a alguien se le ocurre poner vallas en la carretera para que no se vea el Teide, y para mirarlo tuvieses que pagar...Espero que cambien, porque de esta manera el turismo no les va a durar mucho en esta parte del país. La prueba la tenemos también aquí, dónde los continuos abusos, hicieron que el perfíl de turista cambiase radicalmente, de un turista más maduro con dinero, a unos jóvenes simples "hooligans".
Como digo, pasamos de largo, pero no nos arrepentimos. Más abajo, en esa misma avenida, nos tropezamos con un parque, donde reinaban unas bellas "Pagodas Gemelas", que no estaban publicitadas en ninguna de nuestras guías de viaje. Nos relajamos unos minutos allí, igual que el clima.
Justo llegando a la parada de guaguas, donde esperaríamos la que nos llevaría a la estación del tren, nos tropezamos con un CIT (Centro de Información y Turismo). Entramos y encontramos una chica que hablaba un inglés parecido al nuestro. Por una comisión ridícula, nos reservó para el día 23 en la noche, los pasajes en tren, para litera dura, desde Guillin hasta Senzhen, que según ella era la mejor opción para llegar a Hong Kong, mejor que Guangzhou, que es la que teníamos estudiada nosotros.
Así que eso arreglado, nos pusimos en una esquina, protegiéndonos del mal tiempo, a leer en la guía, que más ver en esa ciudad. Al ratito de estar estudiando hacia donde ir, una taxista se para al lado nuestro y nos llama. Sin dudarlo, la asaltamos y le señalamos la Cueva de la Caña de Flauta, en las afueras de la cuidad. Le hicimos entender como pudimos, que queríamos verla, y que nos dijera cuanto costaría ir y volver. Ella nos dijo que lo que marcara el taxímetro. Nos pareció honrado y aceptamos. El camino, se hizo ameno, intentando comunicarnos con ella a ratos, y obvervando las gentes de las afueras de la ciudad. Por varios puntos el río se empezaba a desbordar, anegando las carreteras. La conductora esquivó con rapidez esas carretera, tomando rutas alternativas, mientras nos señalaba el agua y se reía. Como a ella le parecía divertido y no se mostraba preocupada, pues nosotros tampoco.
La cueva, no estaba mal. Fue curioso ver como la tenían iluminada con luces de todos los colores. El efecto de las estalactitas y las estalagmitas en colores azules, rojos o amarillos, no deja de ser una "chuminada para el turista", pero dada las cosas que el clima dejaba hacer, por lo menos, con esa visita, no dábamos el día por perdido. A la salida, tomamos un camino que ascendió, entre sudores por la humedad, el calor y la fina lluvia, a lo alto de la colina "Kárstica", donde estaba la cueva situada. Vimos un buen y bonito paisaje desde lo alto. Chorreados de nuestro sudor y la persistente lluvia "mojabobos", bajamos a dar con la taxista, pues ya casi era la hora a la que habíamos quedado con ella.
Como la chica nos pareció muy simpática, con la famosa libreta de Mari, le hicimos saber que queríamos contratarla todo el día de mañana para que nos llevara a ver los arrozales y el pueblo de Ping´an. Ella llamó a alguien por su móvil y nos dio un precio que nosotros le regateamos, y escribiendo en la libreta, hablando en chino-inglés-español y haciendo todo tipo de gestos, quedamos en que mañana nos pasaría a buscar a las 8:30 para llevarnos a la Columna del Dragón hasta las 17:00 h.
Acordado esto, a la vuelta al albergue, pagamos una noche más, después nos arrepentiríamos. Después de descansar un poco, secarnos y cambiarnos las empapadas ropas, salimos en busca de cena. Nuestro objetivo, un mercado nocturno de la cuidad.
Caminando por la calle paralela al río, pero esta vez en sentido ascendente, hacia donde leímos que estaba el mercado, nos encontramos con que el río se había desbordado ya. Tenía la calle totalmente inundada y el tráfico cortado, mientras que miles de curiosos, se agolpaban en el puente que cruzaba el río a mirarlo. A mal tiempo buena cara es lo que hacen los lugareños, en lugar de estar preocupados, muchos metieron las motos y los coches en el enorme charco que había sobre la calle y comenzaron a limpiar sus vehículos mientras dejaban que los niños chapotearan y jugaran con el agua hasta las rodillas...¡Se las saben todas los chinos estos!
El mercado estaba cerrada por el mal tiempo, mala suerte. Nos dimos la vuelta y volvimos caminando hacia los restaurantes para "guiris" cerca de nuestro hostal, donde comimos lo que pudimos descifrar en las fotos del menú y nos retiramos a descansar. Como anécdota, decir que en la tele China, pusieron y vimos el partido de España del mundial, perdimos 0-1 No pasa nada, ahora que escribo estas líneas estamos clasificados para la final.

18 de junio: Los bancales de arroz de la Columna del Dragón. El poblado de Dazhai.

Amaneció igual que ayer, con lluvia. Y en la recepción, seguían recomendando que no se saliese a hacer nada en varios días. Después de desayunar, salimos en busca de nuestra taxista. Esta, no apareció, nos dio plantón. Barajamos varias opciones de porqué lo hizo. Una puede ser el clima, que estaba lluvioso. Otra, que no le rentara el precio que le sacamos.
Pero fuera como fuese, no estábamos dispuestos a quedarnos quietos. Así que regresamos al hostal, preparamos la mochila pequeña y nos fuimos a la estación de guaguas central. Un rato nos costó hacernos entender en aquella tercermundísta estación con las vendedoras de billetes, pero al final conseguimos bus express (con aire acondicionado y sin paradas) hasta Longsheng, pueblo que servía de base de partida para ir a los pueblos de los Bancales del Dragón.
Llegamos a las 11:45 al terraplén que es la estación de buses de ese pueblo. Después de un rato de risas intentando "malentendernos", con las chicas de las ventanillas de tickets, nos aclararon la guagua que había que coger para llegar hasta Ping´an. Esta no salía hasta las 13:00h. Aquí el día se había despejado, y el calor y la humedad se hicieron sentir enseguida, al igual que una marea de chinos. Éstas gentes, ya eran muy distintas a las de Guilín, aquí, eran pueblerinos auténticos y ya se les adivinaba un mejor "rollito".
Cuando localizamos nuestra guagua, derepente, de entre todos aquellos chinos, vino una chica a nuestro encuentro, enseñándonos unas fotos de unos arrozales. Con palabras sueltas en inglés, nos hizo entender que eran fotos de su aldea, Dazhai. Según ella: < Ping´an number two, Dazhai number one!!! >
Mari y yo nos miramos cómplices, y nos dijimos que la aventura es la aventura, nos volvimos hacia la chinita que nos decía que su guagua estaba a punto de partir, y Mari, ayudandose de su libretita, preguntó el precio de la guagua. Aclarado, salimos de la estación detrás de la menuda chica, que corrió entre toda la "marabunda" de chinos que allí estaban, y nos llevó hasta una "birria" de guaguita. Esta ya no tenía asientos libres, le dijimos a la chica que así no. Ella se metió dentro y movió a unos señores de sitio y "ála", ya teníamos dos asientos para los dos. Así sí, le dijimos y entramos.
El mini-trasto-bus, tenía solo 11 asientos, pero unos cuantos se sentaban sobre sus cajas y mercancías. Emprendió trayecto, pero cada dos por tres, se paraba y se subían unos cuantos chinos, alguna mujer ataviada con su traje típico Miao también, lo que nos llamó mucho la atención y nos fue emocionando. Con tanta parada, ya contaba unos 11 pasajeros sentados y más de 30 de pié, el trasto, ya casi no podía caminar, y a Mari y a mí nos entró la risa boba. <¡¡¡A que ya nos timaron otra vez!!! >
Pero no, después de una parada, en la que se subió una agente de turismo, y nos hizo pagar 50Y por cabeza a nosotros y a cinco chinos que también venían de turismo, llegamos puntuales, justo a la hora que nos había dicho la chinita de Longsheng, a la base de la aldea de Dazhai.
Justo donde descargaba de pasajeros la guaguita, las mujeres Miao, nos esperaban agolpándose contra la puerta para ser la primera en decirte que fueses con ella. Nosotros les explicamos como pudimos, sobre todo devolviéndoles los gestos que ellas nos hacían, que no íbamos a pasar la noche allí, que a las 17:00 nos retornaríamos en la última guagua. Ellas ponían cara de pena, pero inmediatamente saltaban al contraataque, para que almorzases en sus casas, les decíamos que teníamos que subir a prisa, que no había tiempo para paradas si queríamos llegar a los miradores más altos.
Comenzamos la ascensión por la escalinatas de pedruscos bien colocados ignorándolas como pudimos, solo las más persistentes nos siguieron. Después de una hora subiendo, casi muertos, llegamos a su casa. Una de las fabulosas casas de madera, que construyen sin usar un solo tornillo, y que son parte del paisaje típico de la región donde nos hallábamos. Tocó a la puerta y una chica asomó por la ventana. Rápidamente bajó y nos ofreció unas sillas y Té. Nos dio una cartita con cosas para comer en inglés y le encargamos unos espaguetis, arroz y unos vasos de vino de arroz típico.
Mientras la chica cocinó para nosotros dos, empezaron a llegar mujeres Miao, La que subió con nosotros, nos pidió 10Y para cada una por enseñarnos su pelo. Después de como ayudó a Mari, es lo menos que podíamos hacer. Nos hicieron una demostración de como se peinan esos cabellos que les llegaban al suelo y nos explicaron las veces en la vida que se lo cortan. La comida no era nada del otro mundo, pero después de la dura ascensión, todo era bueno. Empezaron a llegar más y más mujeres, todas con su sonrisita, intentar colarnos sus "chucherías". Mantelitos, camisas, cojincitos...Mari les regateó cuatro cosas. Las "listillas", de muy buen rollo, eso seguro, lo que estaban haciendo, era intentar entretenernos para que no llegásemos a tiempo de tomar la guagua de regreso y pasásemos la noche en su casa. La verdad es que nos apeteció muchísimo hacerlo, y si no quedaba otro remedio sería un maravilloso plan B, pero intentaríamos seguir con nuestro plan A. Así que nos desembarazamos de ellas como pudimos, nos despedimos con mucha pena, y salimos escaleras arriba otra vez.
Sobre las 15:40 llegamos al mirador nº 1, el más alto de todos. La vista era maravillosa, valió la pena la agotadora caminata. La obra de ingeniería que son esos bellísismos arrozales, son el mejor ejemplo de que la belleza es relativa. Hay que preguntarle a alguno de los chinos que allí curran como eso, como chinos, si el estar todo el día con los pies metidos en el agua, trabajando "encorvado", es bello...
Para nuestros ojos, pocos paisajes lo son tanto. Llegamos a la conclusión, que aquel sitio seguramente estaba mejor que Ping´an, del que nos habían avisado que se ha vuelto demasiado turístico. Dazhai, por su parte, aún está "más virgen", por así decirlo. Así que nos quedamos sin ver una de los sitios por los que precisamente estábamos aquí, pero sin arrepentimiento en absoluto. La aventura que aquí vivimos lo superó.
Veinte minutos de éxtasis, y a las 16:00 salimos carrera abajo por los escalones para ver si teníamos suerte y alcanzábamos el último autobús de regreso. Sudamos a mares y aunque si no llegábamos no pasaba nada, fuimos rápidos y a unos escasos minutos de las 17:00 alcanzamos la guaguita.
Solo habíamos tres personas, la cobradora y el chofer de regreso. La carretera estaba destrozada y llena de desprendimientos por las lluvias de los últimos días. En un tramo, caía una cascada diréctamente sobre nosotros. Aún así, también llegamos puntuales a Longsheng y a las 18:20 ya estábamos de regreso en la de Guillin, con el corazón hinchado por la maravillosa experiencia que nos regalamos hoy.
Llegamos sobre las nueve menos diez al hostal y ya no nos quisieron hacer de cenar, pero entre que empezó a diluviar otra vez y lo cansados que llegamos, nos fuimos a la habitación y no salimos hasta el día siguiente.
La tormenta que cayó esa noche, nos hizo darnos cuenta, de la gran suerte que tuvimos ese día, porque, aunque nos quedó mucha tristeza el no haber pernoctado en la aldea, si lo hubiésemos hecho, habiésemos quedado varios días atrapados en el poblado, sin poder bajar.

19 de junio: Camino a Yangshuo.

Eufóricos por el día vivido ayer, a pesar del mal clima, decidimos seguir haciendo caso omiso a las advertencias y nos levantamos con la mira puesta en el rió Lí, para descenderlo hasta Yangshuo.
Pero el río estaba fatal. Las aguas bajaban a toda velocidad, y aunque hoy, ya se podía navegar, la bruma que levantaban las revueltas aguas, no dejaban ver nada. Como encima, los varios vendedores de cruceros a los que consultamos, no hacían ni un descuentito en el carísimo pasaje (500 Y c.u.), pasamos de todo y cargamos con nuestras mochilas, hasta la estación de guaguas nuevamente. El pasaje en bus express, nos salió tirado, 30Y los dos.
Al llegar, muchas mujeres, literalmente se tiraban contra la puerta de la guagua y te agarraban para arrastrarte con ellas hasta sus alojamientos. No nos gustó mucho este "modus operandis" y comenzamos a caminar ignorándolas por la calle principal. Aquí, entre intermitentes lluvias, pegaba el sol. La humedad se hizo por momentos insoportable. Caminamos agotándonos cada vez más, por el peso de nuestras mochilas y por los vapores que desprendían los numerosos restaurantes que abarrotaban aquella estrecha calle, mientras que ordas de camareras, te llamaban a gritos para que nos sentásemos en sus mesas, dónde tenían multitud de ondillas repletas de comida viva, cangrejos, peces, ostras...
De repente Mari, decidió que era mucha tortura, y me ordenó que hiciesemos caso a alguna de las "pesadas" que venían persiguiendonos desde la parada de guaguas. Así se hizo. El primer hostelito al que entramos a curiosear, seguidos por la dueña y una lugareña que hablaba un poco de inglés, nos gustó.
Nos hizo una oferta por la habitación, más otra por un ordenador, para conectárnos a internet. La declinamos amigablemente y salimos en busca de otro alojamiento para comparar precios. Al llegar a la calle, la dueña seguía insistiendo y como la sofocante humedad no permitía muchas peripecias, le ofertamos el mismo precio que nos había pedido, pero con el internet incluído...Risitas, ¡y trato hecho!

La Lugareña, llamada Karen, se nos ofreció para el día siguiente hacernos de guía por los alrededores si alquilábamos una bicicleta y quedamos con ella en que si el clima lo permitía, la contrataríamos.
Después del riguroso ritual de dejar las mochilas colocadas en la habitación, y del obligatorio remojón en la ducha, salimos a investigar la ciudad. Yangshuo, es una ciudad muy pequeña, el centro consta de un par de calles, pero muy turísticas. Al estilo de los paseos turísticos que aquí todos conocemos. Con mogollón de restaurantes, tienduchas de souvenirs, pubs...ruído y música a toda pastilla...
Hacía demasiado calor, así que entramos en el primer restaurante con aire acondicionado a comer. Rápidamente nos dimos cuenta, que aquí los camareros, están muy acostumbrados y preparados para los turistas. Las chicas que nos atendieron en ese restaurante, tenían un perfecto acento americano y nos fue muy facil comunicarnos para pedir la comida en esta parte del país.
Después de comer y descansar un poco al fresquito, salimos caminando por la calle, hasta que llegamos al muellito. A pesar de que el río bajaba un poco rápido, las mujeres de los barqueros de las lanchas de bambú, nos ofrecían paseítos. Teníamos en mente hacer un "rafting" mañana por el río Yulong, o sea que les dijimos que no. Ellas insitian, un poco pesadas, y yo no paraba de decirles que no, que "tomorrow, tomorrow...". Ellas empezaron pidiendo 200, y yo que no, que "tomorrow, tomorrow...", ellas que mañana iba a llover, que mejor hoy por 180, y yo que no...Mari saca su libreta y les escribe 100...después de que la mujer discutiese un rato con el barquero, risitas y ¡ok!
Pues mira por dónde, al final, nos hicimos un crucerito por el río Lí, ¡pero en balsa de Bambú! Genial, mejor no nos podía haber salido. Por un rato, el clima nos respetó y no llovió nada, aunque el intenso sofoco siguiese castigándonos. Los paisajes de las orillas, desde la embarcación, una maravilla. El señor balsero, aunque no nos intendiésemos ni "papa", fue en todo momento, muy amable. Reducía la velocidad para que yo pudiese fotografiar todo lo que me llamase la atención, intentó sacarnos alguna a Mari y a mi, aunque se lió un poquito con mi cámara, y el momento álgido de nuestra interacción, fue, cuando intentó decirnos, que si queríamos, podíamos desembarcar en el poblado de Fuli a caminar. Se puso de pié al lado nuestro, a mover las manos y los piés, como si caminase, al ritmo de un "Zanga Zanga", que decía para acompañar el movimiento...¡a los tres casi nos dá algo de las risas!
Comenzó a llover nuevamente y regresamos al Hotel, "empegostados" del clíma. Nos duchamos y descansamos un rato hasta la hora de la cena. Era sabado y en la calle no cabía un alfiler. Tanta gente por todos lados, que nos recordaba las calles de Santa Cruz en carnaval. La humedad era tal , que la cámara se empañó y no hubo manera de sacar foto alguna esa noche. Nos sentamos en una terraza donde estaban emitiendo un partido de futbol del mundial de Sudáfrica, Australia-Ghana, a comer algo y bebernos una gran cerveza Tsingdao.
La anécdota del día: Marcó Australia, y el alboroto de los australianos y de lo chinos fue monumental. Todos gritaron ¡¡¡GOOOOLLL!!!, mientras saltaban, levantando los puños, se abrazaban...yo le explicaba a Mari, que seguro que era devido a que Australia está relativamente cerca de China, más que Africa, por lo que seguro que tendrían mayor afinidad con ellos. De repente Ghana empata...la fiesta de los Chinos fue como la anteriror. Los mismos que hace un momento vitoreaban y se felicitaban por el gol de los australianos. Pudimos observar varias veces y varios días, que a los Chinos les dá igual quién marque, celebran cualquier gol con euforia...¿? cosas de chinos....

20 de junio: Yangshuo bajo la lluvia.

Amaneció diluviando. En la noche las nubes descargaron agua y rayos con sus truenos con una tremenda furia. En pleno sueño de media noche, un rayo que cayó muy cerca, nos dejó de pié en la cama del susto. No pudimos salir de la habitación hasta las 12 del mediodía, cuando "escampó" un poco.
Después de un breve paseo, comenzó a llover otra vez, por lo que nos metimos en un restaurante a comer y a pasar el tiempo. Cuando terminamos de comer, vino una de las camareras, y se nos sentó ni corta ni perezosa, con una libretita en mano y un boligrafo, y nos dijo: quiero que me enseñen algunas palabras españolas que me ayuden en el trabajo...¡que risas! Supersimpática.
Pasamos la tarde con ella, intentando que pronunciara bien algunas palabras de nuestro idioma, mientras ella hacía lo mismo con nosotros y el suyo. A las 17:00, cansados de la clase, nos animamos a pasear con nuestros chubasqueros bajo la lluvia.  Aunque nos mojamos, fue un paseito muy agradable, si quitamos el calor. Mari se animó a regatear con los chinos de los puestitos callejeros y compró un par de cositas. De entrada, vimos como se pasan pidiendo al alza, pero desde que te das la vuelta para largarte, bajan hasta un 90% si regateas bien, y Mari ya tiene la experiencia que obtuvo en nuestro viaje a Túnez, es una regateadora implacable.
Volvimos a descansar un poquito y a la noche, salimos a por una pizza en un restaurante cercano. Allí, coincidimos con cuatro españoles. De entrada no les dijimos nada, solo los observamos. Eran cuatro chicos de entre 35 y 40 años, que viajaban solos. Cuando apareció un chino, que les endosó unas baratijas de relojes por un alto precio, nuestras risas nos delataron. Ellos enseguida captaron nuestro acento isleño y estuvimos un ratito conversando con ellos. Eran madrileños, que estaban haciendo un viajito de una semanita entre Hong Kong y Yangshuo. Yo les ví un poquito "el plumero", les noté bastante "intento de ligue" con las chinitas. Pero vamos, que nos cayeron graciosos.

21 de junio: alrededores en bicicleta.

Hoy amaneció bueno. La calle estaba llena de charcos, porque estubo lloviendo por la noche, pero hoy estaba todo despejado y con ganas de hacer mucho calor.
Inmediatamente pensamos en bajar y llamar a Karen, le guía local que conocimos el primer día, y que nos había ofrecido un recorrido en bici por los alrededores. Según salimos, ella ya nos estaba esperando en la recepción. De inmediato nos consiguió unas bicicletas y salimos los tres pedaleándo entre toda el alboroto de tráfico hacia los senderos a través del campo. La primera parte del recorrido, al salir de la ciudad, fue muy estresante y muy peligrosa también hay que decirlo. Circular entre todos esos "locos" no es moco de pavo.
Pero según salimos a los sentederos, ya estabamos prácticamente solos. Los caminos estaban enfangados y llenos de boñigas de vacas y caballos, por lo que nos pusimos de fango hasta las orejas. El recorrido, precioso, entre pequeños arrozales que trabajaban sus dueños y pequeños poblados, pero el estado del camino, se hizo sentir por lo duro que en ocasiones se puso. El sillín se nos clavó en la entrepierna de tal modo, que al retornarnos, el dolor casi nos hace llorar. Seguro que fue la falta de costumbre, pero de la última parte de la excursión, solo recordamos dolor.
Llegamos al río Yulong, donde no pudimos hacer el "rafting" que teníamos planeado, por la cantidad de agua revuelta que bajaba por las lluvias. Así que seguimos el camino hasta la parte donde vendían las entradas para ver la afamada Cueva del Agua.
Ahí, empezó un gran cabreo que no acabó hasta que salimos de ese timo de atracción. Para empezar, el precio, que según la guía, el año pasado costaba 60 cada uno, este año pedían 160. Se los dije, que se están pasando, que al turista hay que cuidarlo, que no es gilipuertas...nos bajaron a 280. Les dijimos que nos largabamos, y nos hicieron una última oferta, alegando que nos incluían todo, el baño de barro, el de aguas termales, a 250...todo era una burda mentira china, pues dentro, descubrimos que está todo encluido, lo único que se paga fuera es la entrada...engañados, a regañadientes, aceptamos el precio, pero si lo llegamos a saber, nos lo hubiesemos ahorrado.
Karen, nos reconoció, que están subiendo demasiado los precios de un mes para otro, y que hasta para entrar a los sitios con precio de entrada oficial, hay que regatear, lo que a mi, personalmente, me resulta agotador.
Para llevarnos hasta la entrada, nos viene a recoger una parejita en un mini furgón. Nos metemos dentro entre cajas y mercancías, y mientras la chica nos admiraba y suspiraba sonriente, el chino, empezó a conducir por esos caminos de cabras como si estuviese en un rallie. Después de un par de cabezazos cada uno contra los cristales del vehículo, le llamé la atención (en inglés) al conductor y observo de reojo, como le lanza una risita a la novia y sigue conduciendo a lo "loco" (adrede, por supesto). Acto seguido, pilla un bache que nos hizo saltar por los aires a Mari y a mí. De la furia que me entró, le solté tremendo puñetazo al cabezal de su asiento, a la par que todos los improperios en la voz más alta que que pude y que se me ocurrieron en ese momento, a solo unos centímetros de su oreja...Auque todo me salió en ni idioma, esto y la "galleta" que le metió la novia, inmediatamente redujo la velocidad al mínimo.
Los chinos de la entrada, eran unos bordes y tan andrajosos como la cueva, por lo que no nos gastamos ni un yuan en nada de lo que nos ofrecieron. Dentro de la cueva, que no estaba mal, ni más, nos tocó compartir recorrido con una familia de chinos y una pareja de ingleses, que "manda narices" con el inglesito. Fuerte tio tonto, tenía que "toquetearlo" todo y hacer la gracia en todas partes.
Nos encontranos con los españoles de la noche anterior dentro, habían pagado la entrada integra y no les sentó nada bien cuando les explicamos que las entradas, también se regatean.
La parte del baño en las aguas termales, no eran sino unos charquitos que te llegaban a los tobillos, por lo que había que estirarse en el suelo para remojarte. El charco más profundo, se lo agenció rápidamente el inglesito, donde se puso a chapotear y a berrear como un idiota. El baño de lodo, fue donde exploté definitivamente. Se trataba de un espacio de unos 2x5 metros, acotado por un murito de unos 50 cms de altura, con barro, por supuesto, y repleto de chitos fumando dentro y escupiendo...¡¡¡bueno bueno bueno!!! la que le monté al guía cuando viene más chulo que un ocho a preguntarme cuál era mi problema...Cuando me fuí a por él, se le quitó toda la "fantasmada", después todo era darme la razón y disculpas y más disculpas.
Al sacarnos de esa asquerosidad de sitio, lo hicieron en la misma estrecha canoíta en la que nos metieron, pasando por debajo de un estrecho tunel. Al amigote inglés, que por lo que se vé nunca se había subido en una embarción similar, no se le ocurre que ir tocando las formaciones rocosas de la pared y en una de estas se agarra y casi nos hace volcar...¡¡¡PERO QUIERES ESTARTE QUIETO DE UNA VEZ MUCHACHOOO!!!! El grito que me salió de lo más profundo, en mi acento canario y con toda la "mala leche" que tenía acumulada, aparte del susto de que casi nos vamos al agua todos por su culpa, lo dejó más mansito que si le hubieses dado una nalgada...
En la guaguita que nos pusieron para volver, la misma historia que en el furgoncito al venir. El conductor conduciendo a toda leche, mientras los pasejeros íbamos saltando dentro como "cotufas", hasta que le metí un grito de rabia que no veas, entonces aminoró, entre las miradas complices que me devolvieron los demás. La mujer de la familia china me observaba asintiendo, la pobre llevaba todo el rato viendo las rabietas que me estaban haciendo soportar y me daba la razón en todo momento.
Gracias a que Mari sabe apaciguarme en todo momento, por que ese fue el día ideal para haber perdido los papeles...desde que llegamos a Karen, no dudé ni un segundo en aconsejarle, en alto y en el mostrador de venta de tickets,  para que las vendedoras de entradas me eschuchasen bien clarito, que se llevara a sus clientes a otra de las multiples cuevas de la zona, aquello era un timo, maltratan a los clientes y las vendedoras unas mentirosas.
Proseguimos el paseo, hasta un restaurante con vistas a la Montaña de la Media Luna, dónde almorzamos, repusimos fuerzas y nos relajamos de tanta cabreadura. Allí intercambiamos opiniones con unos mexicanos y una colombiana, que coicidieron plenamente con nosotros: los chinos, se están pasando con los turistas en esa zona. Hasta la guía, Karen, nos daba la razón fervientemente.
Siguiendo la ruta en bici ya de vuelta, lo pasamos realmente mal, sobre todo Mari, con los sillines que nos habían molido toda la entrepierna.
Por la noche, cenamos en el restaurante de la camarera graciosa. Cuando el trabajo les aflojó, vino nuevamente nuestra amiga con su libreta a por una nueva clase de español ya que, ciertamente había hecho los deberes. Cuando se fueron todos los clientes, se nos apuntaron todas las chicas del local, nos pasaron dentro, junto a un ordenador on conexión a internet, en dónde nos pasamos un rato genial, con la ayuda de los traductores, viendo imágenes de nuestras islas, riendo, comiendo unas frutillas que trajo una de las chicas...A las 0:00 nos retiramos, agotados, pero con la sensación de que las niñas, nos arreglaron el día de hoy.

22 de junio: Alrededores en moto y la "pesca del cormorán".

Nos despertamos hechos polvo de las bicicletas del día anterior. Después del desayuno en "nuestro" restaurante, con nuestras amigas, Karen vino a nuestro encuentro para otra excursión. Gentilmente rechazamos hoy su oferta, pues no podríamos ponernos encima de una bicicleta ni aunque quisiésemos. Decidimos ir a la campiña a pie, y lo que viésemos bien visto estaría. A la salida del hotelillo, nos asaltó un chino para que le alquilásemos bicicletas y entre risas, le hicimos entender que no podríamos, y de broma le dije: "...pero que si me buscas una moto, tal vez..." ¡Ok! me contesta, y en dos minutos nos vimos con un scooter delante y regateando el precio con él. Nos pidió mucho y más por la fianza, pero después de un rato de duro negocio, se la sacamos por casi nada, con gasolina incluida y poca fianza. Así que, sin comerlo ni beberlo, nos vimos conduciendo entre toda la locura del tráfico chino, como dos locos más. En dos minutos, ya circulábamos igual que ellos, y lo que es más curioso, no nos resultó tan peligroso desde "dentro del meollo" como cuando los ves haciendo "pirulas" desde algún coche o autobús.
Decidimos la ruta sobre la marcha. El lado opuesto al que fuimos ayer, en busca del afamado Puente del Dragón. A la media hora o así de ruta por los arcenes de la polvorienta y bacheada carretera, el cambiante tiempo nos jugó una mala pasada. Comenzó a llover. Los caminos se enfangaron de repente y nosotros con ellos. El buen humor con lo que lo tomamos, hizo superdivertida la aventura. Mientras turistas embarrados con las bicicletas, sufrían pedaleando en esas condiciones, nosotros los adelantábamos salpicándolos de barro con nuestra moto, ¡lo que nos reímos!
Llegamos al puente. No era gran cosa, pero es el punto donde comienzan los "raftings" por el río Yulong y hay un pequeño asentamiento de casas a ambos lados del mismo.
Un matrimonio joven, posaba en las balsas de bambú para su álbum de fotos, y después de observar la singular estampa de los novios, y de sonreír un poco con los lugareños, emprendimos camino por los senderos.
Éstos, se pusieron impracticables por el fango y la persistente lluvia, así que, después de casi caernos en un charcho, no nos quedó más remedio, que volver a la carretera.
Según bajábamos, dejó de llover, y el paisaje se tornó hermoso.
Los arrozales, empapados por las gotas de la lluvia, los numerosos puentitos de la carretera, que cruzaban los afluentes cargados de agua, los balseros con sus embarcaciones de bambú, el movimiento de los aldeanos en sus bicicletas, motocarros, y los que caminaban tirando de sus animales, los bueyes de agua, pastando plácidamente en los campos...todo el conjunto penetró de tal manera por la retina y quedó grabado en la memoria de tal modo, que es imposible olvidar la sensación de paz y desconexión con el mundo que conocemos que allí sentimos.
En ruta hacia el poblado de Fuli, nos tropezamos con el restaurante del día anterior, el de la colina de la media luna y allí almorzamos de nuevo. Surgió entonces, alguna anécdota graciosa con las lugareñas que nos querían mostrar sus fincas de arroz (pagando, claro). Ellas se hablaban en chino intentando ponerse de acuerdo en de dónde seríamos, y cuando las oímos decir [ Sibanyá ] que es la palabra que significa español, la interrumpimos...
...¡De ahí somos! El alboroto de risas que provocó que las entendiésemos fue solo comparable a la oportunidad que les dimos de agobiarnos con sus insistentes ofertas. Tuvimos que salir huyendo, de muy buen rollo, eso sí.

Llegando a Fuli, el paisaje se volvió por momentos más bonito si cabe, pero el estado de la carretera peor. En un bache que nos pilló de imprevisto, el maletín de la moto, salió disparado y casi se va rodando por los arrozales...¡Qué cachondeo nos pillamos!

Los espejos iban vibrando y moviéndose por los continuos baches, el cuentakilómetros no aguantó, dejó de funcionar y no podíamos parar de reírnos al imaginar la cara del chino, cuando le devolviésemos la moto en estas condiciones y llena de fango, seguro que no nos devolvería la fianza.

Cuando llegamos, la ayudante, se puso un poco "tikismikis" con el maletín, al que se le había roto el reflectante rojo al caerse, pero enseguida vino el chico con el que negociamos, fianza en mano y dirigiendose hacia Marijose, le dijo con un peculiar acento: "Tú, sel bonita, él sel feo..." ¡Qué jodido! ¡lo que había aprendido de nuestro idioma, a ligar!



Una duchita, media hora de descanso y a las siete nos fuimos a ver la pesca del cormorán. Nos subimos a bordo de un barquito más o menos grande, pero bajito, que le metí un cabezazo al techo que casi me "descogoto", con una parejita de franceses y una chica israelita.
El show fue precioso.Navegamos al lado de la canoa de un pescador con sus cormoranes amaestrados, éste los empujaba al agua con su bara de bambú y las aves, cual perrito amaestrado, chapoteaban frenéticamente en busca de peces, justo delante de la balsa, dónde el pescador, les había colocado un foco, radiando luz directamente al agua. Cada vez que un pájaro pescaba, el señor, los agarraba ayudándose de un cordel en la punta de su bara, por la pata. Los subía a la canoa y le extraía el pez de la boca, solo con abrirles el pico. Los cormoranes, van provistos de un cordelito alrededor del cuello, para que no puedan tragar la presa.

Aunque sabemos que no es la actividad real, que se hace de madrugada, que es una representación para turistas, es muy bonita de ver.
La visión en directo de la pesca de esos pájaros amaestrados, mientras su dueño, el pescador, les dispensaba mimos, es uno de los sublimes recuerdos que nos trajimos a casa.




Nos anocheció en el río.
A esa hora, los implacables mosquitos, actúan rápido y eficazmente.



El show de la pesca con cormoranes:

Picoteados por los insectos, desde que nos dejaron en la orilla, salimos huyendo, en busca de nuestro restaurante y de nuestras chicas.
Con ellas, pasamos otra inolvidable velada, en la que nos despedimos, entercambiamos e-mails y nos hicimos alguna que otra foto juntos para recordarnos mutuamente.



Día 23: Regreso a Guilin. En busca del tren hacia Senzhen, camino a Hong Kong

Día en que tendríamos que regresar a Guilin, donde conseguiríamos el tren para llegar a SenZhen, por la noche, amaneció con un sol, un calor y un bochorno insoportable.
Intentamos pasear un poco, pero fue imposible ya que a los cinco minutos de salir, ya estábamos empapados en sudor. Llegamos hasta el muelle, dónde nos asaltaron por millonésima vez para que embarcásemos en las balsas. Al dejarles claro que no íbamos a hacerlo, vimos realmente hasta donde bajan los precios, muchísimo más barato de lo que habíamos conseguido.
Destrozados por el calor y ocultándonos del sol como buenamente podíamos, nos arrastramos hasta la estación de buses para chequear los horarios hasta Guilin. Cada 20 minutos salía un express, así que, aunque teníamos previsto deambular por Yangshuo hasta por la tarde, decidimos ir al hotel a por los bultos e irnos, ya que aquello se había convertido en un horno.
Un pequeño incidente, sin llegar a mayores, en la sala de espera de la estación. El "chulillo" del pueblo, un poco ebrio quizás, se acercó a Mari haciéndose el payasete, así que, un "manotazo" cuando intentó tocarla y eso bastó como advertencia. Hizo caso de inmediato y se fue a molestar al otro lado de la estación.
Llegamos a Guilin a las 14:30 y teníamos que hacer tiempo hasta las 21:20, hora de partida del tren nocturno hasta SenZhen. Mochila en posición y a pasear de nuevo por las calles de la "no nuestra cuidad favorita". Nos metimos en un restaurante, por hacer tiempo. La camarera, que solo hablaba su idioma, nos trajo una carta con fotos, pero con letras chinas. No conseguiamos averiguar qué era cada plato y cuando le pedimos unos "noodles", la camarera se inventó el precio, al alza por supuesto. A Mari le indignó su actitud, por lo que sin dudarlo mucho, nos levantamos y nos fuimos al restaurante que estaba enfrente. Un KFC, o como lo bautizamos ese día: "El señor con bigote del pollo, con aire acondicionado."
La comida, pues como la de un "fast food", pésima, pero un baño impecablemente limpio y aire acondicionado, ciertamente, allí es mucho. Pasamos un par de horas estudiando en nuestras guías nuestro próximo destino, y sobre las 18:00h, nos pusimos las mochilas en la espalda y salimos caminando por los cuatro callejones principales del centro, que ya conocíamos, y compramos algún tentempié para el tren, en los ya también conocidos supermercados en los que habíamos comprado días atrás.
La estación de tren, estaba muchísimo mejor que la de Pekín, por ejemplo. Más nueva, más limpia, y la gente tenía mejor aspecto. El propio tren, también. Más moderno, más cómodo, las literas más limpias, con mejores baños y nos dimos cuenta que también era un tren más rápido. Hicimos cálculos y nos dimos cuenta, por las horas que duraba el trayecto, que estábamos mucho más lejos de Hong Kong de lo que pensábamos.

En la próxima etapa, nuestro último destino, el broche de oro en Hong Kong.